Mobbing
Según el Dr. José Luis González de Rivera, en su libro "El
maltrato psicológico", Ed. Espasa, año 2005. En la jurisprudencia
escocesa, mobbing significa asamblea o reunión de
gentes para propósitos violentos e ilegales, que incluyen causar lesiones a
personas, destruir propiedades y sembrar el terror y la alarma en la población.
Por extensión, se usa como vulgarismo con la acepción de ataque indiscriminado
por parte de un grupo desestructurado. En 1990 Heinz Leymann
lo aplicó a la psicología laboral en el "Congreso sobre Higiene y
Seguridad en el Trabajo de Hamburgo", dándole un nuevo significado, que ha
hecho fortuna desde entonces. Debido a estos hechos, mobbing
se ha convertido en una palabra internacional, como internet, parking o
footing. La definición que da Leymann de este término
es la siguiente:
El mobbing o terror psicológico en el
ámbito laboral consiste en la comunicación hostil y sin ética, dirigida de
manera sistemática por uno o varios individuos contra otro, que es así
arrastrado a una posición de indefensión y desvalimiento, y activamente
mantenido en ella. Estas actividades tienen lugar de manera frecuente (como
criterio estadístico, por lo menos una vez a la semana) y durante largo tiempo
(por lo menos seis meses). A causa de la elevada frecuencia y duración de la
conducta hostil, este maltrato acaba por resultar en considerable miseria
mental, psicosomática y social.
¿En qué consiste esa "comunicación hostil y sin ética"
que denuncia Leymann, y cuyas consecuencias pueden
ser tan destructivas? Como veremos más adelante, son muchas las posibilidades
de actuación hostil en el terreno de la comunicación. No sólo hacen daño los
insultos directos, que son agresiones demasiados obvias, sino también las
insinuaciones, comentarios y " puntas" mal intencionadas (una
"punta" es un comentario deliberado, aparentamente
inocente, pero que activa por asociación una experiencia traumática o
conflictiva). Tanto o más dolorosos son los actos de no-comunicación, como
ignorar un saludo, no responder a una pregunta, actuar como si determinada
persona no estuviera presente, etc.
Aparte de crear el concepto y de abrir el campo con los primeros
estudios clínicos y epidemiológicos, la contribución concreta más importante de
Leymann ha sido la descripción operativa, o sea,
objetivamente demostrable, de 45 actividades características de mobbing. La lista de estas actividades en forma de
preguntas se denomina LIPT (Leymann Inventory of Psychological Terrorization), y ha sido utilizada como test en muchas
investigaciones sobre mobbing. Todas estas
actividades concretas se clasifican en cinco grandes apartados, que podríamos
denominar:
"Las cinco maniobras principales para destruir a un buen
profesional"
Estas son:
1. Limitar su comunicación: el acosador impone con su
autoridad lo que puede decirse o no. A la víctima se le niega el derecho a
expresarse o a hacerse oír.
2. Limitar su contacto social: no se dirige la palabra a la
víctima, procurando además que nadie lo haga. Se le cortan las fuentes de
información, se le aisla físicamente de sus
compañeros.
3. Desprestigiar su persona ante sus compañeros: bromas y
burlas sobre la víctima, su familia, orígenes, antecedentes y entorno.
4. Desprestigiar y desacreditar su capacidad profesional y
laboral: se asignan a la víctima tareas muy por debajo o muy por encima de
su capacidad, o no se le permite hacer nada, se le critican los más mínimos
errores o defectos; se desprecia su trabajo y sus capacidades profesionales.
5. Comprometer su salud: aparte de ataques directos, el
mero sometimiento a un régimen de acoso psicológico ya tiene efectos negativos,
psicológicos y psicosomáticos; pero lo que evalúa este cuestionario son las
conductas del acosador/es, no su repercusión en el acosado.
La lista elaborada por Leymann es
bastante completa, pero, en mi experiencia, algunas conductas de acoso laboral
relativamente frecuentes en nuestro medio no están recogidas en su lista, por
lo que las he añadido a continuación de las suyas. Naturalmente, la presencia
ocasional de una o varias de estas conductas no indica necesariamente que el mobbing esté teniendo lugar. Es necesario que:
a) Se presenten varias de ellas; cuantas más, más grave, intensa y
generalizada es la situación. De todas formas, una sola conducta de acoso puede
ser suficiente, si es lo bastante importante y traumática, si destruye de
manera eficaz aspectos claves del autoconcepto y la
autoestima, si causa desmoralización insuperable, o si pone en marcha rumiaciones autodestructivas en círculo vicioso o "autoestrés".
b) Se repitan con frecuencia, es decir, constituyan una pauta de
acoso, no exabruptos, groserías o ejemplos aislados de irritabilidad o de mala
educación. Convencionalmente, se acepta como suficiente el criterio estadístico
de una frecuencia mínima de una vez a la semana.
c) Deben ser persistentes en el tiempo, es decir, que no sean
transitorios o debidas a circunstancias pasajeras, o que no guarden relación
con el propósito consistente de dañar al acosado. Convencionalmente, el
criterio estadístico de un mínimo de seis meses se considera suficiente.
Las conductas de mobbing cambian un poco según los distintos medios y
países, por lo que el listado de Leymann no debe
considerarse como la Biblia, sino más bien como un instrumento adaptable y
perfectible según las circunstancias.
Así, por ejemplo, en Alemania, Carmen Knorz
y Dieter Zept han
recopilado otra lista de actividades de mobbing y,
más recientemente, Rolf van Dick y Ulrich Wagner, también alemanes, han simplificado
enormemente el cuestionario de Leymann para sus
investigaciones sobre el estrés en los maestros de escuela.
Es interesante que los resultados obtenidos con esta miniescala, de sólo cuatro ítems, son muy informativos
sobre el grado de estrés por acoso a que estan
sometidos los maestros, y guardan una estrecha correlación con la presencia en
ellos de síntomas psicológicos y psicosomáticos.
En España, Iñaki Piñuel, Profesor
Titular del Departamento de Ciencias Empresariales de la Universidad de Alcalá
de Henares, ha elaborado el cuestionario Cisneros (acrónimo casi perfecto de
Cuestionario Individual sobre Psicoterror, Negación,
Estigmatización y Rechazo en Organizaciones Sociales), que tiene la ventaja, en
relación con otros instrumentos de medida de violencia psicológica en el
trabajo, de ser relativamente estanco a la influenciabilidad
subjetiva del entrevistado.
En general, la administración de cuestionarios o instrumentos de
medida sobre mobbing puede hacerse según dos métodos
diferentes y complementarios:
1) Autoadministrado o por autorrespuesta, consistente en pedir al sujeto afectado que
responda direstamente a las preguntas, bien de manera
afirmativa o negativa, o con un criterio graduado desde cero (no ocurre la
conducta de mobbing),
pasando por 1 (conducta mínima o dudosa), 2 (conducta segura y molesta), 3 (mobbing importante) y 4
(máxima intensidad de la conducta de mobbing).
2) Heteroadministrado, en el que un
observador externo identifica y valora cada conducta de mobbing,
valiéndose de listas de criterios operativos que le permitan objetivar las
situaciones.
La aplicación de los criterios temporales debe ser bastante
flexible, teniendo en cuenta todas las circunstancias y todos los factores
personales de vulnerabilidad del acosado. Un solo incidente intenso, o una
situación de acoso de muy breve duración, pueden tener un impacto definitivo,
sobre todo si logra destruir la confianza del acosado en su competencia o
interferir en su sentido de compromiso con su actividad.
La tendencia de algunas personas a la reverberación o repetición
interna de ofensas y agobios multiplica el efecto temporal, al formar un
círculo vicioso de pensamientos repetitivos que mantiene continuamente activa
en la mente la situación traumática inicial.
Mobbing: acoso grupal en los ámbitos laborales (Bibliografía:
VELÁZQUEZ Susana. “Violencias cotidianas, violencia de género” Escuchar,
comprender, ayudar. Editorial Paidós. Buenos Aires. Páginas 289 – 294)
Con
relación a algunas de las situaciones descriptas, se puede incluir aquí otra
forma de violencia, difundida con la denominación de mobbing,
que suele manifestarse en el interior de un equipo laboral. En nuestra
experiencia en la supervisión de grupos que trabajan en violencia, este
fenómeno se manifiesta con absoluta claridad. También se lo denomina (según
perspectiva de distintos autores) hostigamiento o acoso moral o acoso
psicológico. Se lo vincula con la violencia que provocan las situaciones
altamente estresantes originadas en el ámbito laboral. No deriva, sin embargo,
de las exigencias o de la sobrecarga de trabajo, sino que tiene su origen en la
violencia que se expresa en las relaciones intersubjetivas.
El mobbing consiste en una serie de técnicas
violentas ejercidas por uno o varios individuos de un grupo que tienen la
finalidad de desestabilizar a un trabajador, someterlo a presión psicológica
sistemática, agravio y/o persecución. Se ha comparado el fenómeno de mobbing con el del “chivo expiatorio” o con el
del “rechazo del cuerpo extraño”. Estos términos, que provienen de marcos
conceptuales diversos, se refieren, en general, a un proceso de segregación de
un miembro de un grupo que se supone que se desvía de las normas y reglas
estipuladas por ese grupo. Así como se da en el ámbito laboral, puede darse
también en el educativo y en el familiar. Generalmente, el sujeto segregado
pasa a ser el depositario de los aspectos negativos o conflictivos del grupo.
Esta forma de violencia tiene la finalidad, por lo tanto, de encubrir esos
conflictos que serán proyectados en el sujeto que se excluye.
Las
características del mobbing son
descriptas por Hirigoyen (2000: 48 y ss.) como
manifestaciones reiteradas de conductas abusivas: palabras, actos, gestos y
escritos que pueden atentar contra la dignidad, la integridad física y psíquica
de un individuo. En consecuencia, se degrada el clima laboral, se disminuye la
productividad y se favorece el ausentismo.
En
los grupos que trabajan en violencia hemos podido observar estas técnicas
hostiles entre algunos profesionales de la misma disciplina pero con
orientaciones diferentes y/o entre profesionales de distintas disciplinas. Los
fenómenos de exclusión de determinados profesionales o el
relegamiento y desvalorización de algunas disciplinas ejercidos, en
general, por los líderes de un grupo, son una franca y frecuente expresión del
fenómeno de mobbing. Los comportamientos
que se pueden observar en esta dirección consisten en:
·
Desacreditar a un profesional o a su profesión.
·
Distorsionar o ignorar sus comentarios e ideas.
·
Aislarlo o privarlo de información.
·
No reconocer sus logros profesionales.
·
Someterlo a situaciones opresivas y estresantes.
Las
personas que pueden padecer mobbing dentro
de un equipo de trabajo son las consideradas vulnerables y necesitas de
aprobación (las indefensas), las competentes que despiertan la rivalidad de los
líderes del grupo (las envidiables), las que no participan o se muestran indiferentes
a las actividades grupales (las sospechosas), las que se muestran activas y
eficaces pero cuestionan las formas de funcionamiento u organización del
trabajo (las amenazantes) o las que rivalizan por el poder (las peligrosas). En
definitiva todas las personas con características personales y laborales que
podrían atentar contra la “homogeneidad” del grupo (González Rivera, 2000).
Esto pone en evidencia que el fenómeno del mobbing se
manifiesta en aquellos grupos e instituciones en los que predominan mecanismos
de exclusión y, por lo tanto, en los que existe poca tolerancia a la diferencia
y a la diversidad.
Una
característica de este tipo de violencia laboral consiste en que, muchas veces,
quien o quienes la llevan a cabo tienen la anuencia de otros miembros del
grupo. O sea, los que suelen ser testigos de este acoso psicológico no
intervienen para detenerlo. Esta complicidad suele deberse a que comparte la
segregación ejercida y/o se participa de ella o, en algunos casos, se debe al
temor de transformarse en futuros acosados. Por lo contrario, las
personas que ponen en evidencia y se oponen a las técnicas de mobbing ejercidas contra alguien del grupo
serán consideradas peligrosas por quienes las realizan.
Algunas
veces, el mismo sujeto acosado tiende a justificar o a idealizar al grupo o a
los responsables del hostigamiento. En consecuencia, presentará serias
dificultades para entender el origen de su angustia y malestar creciente y no
podrá, por lo tanto, disponer de comportamientos adecuados para defenderse,
sino que tenderá a adoptar conductas de sometimiento. Todo el equipo, entonces,
se verá comprometido en estos hechos violentos porque los actos abusivos se
reiterarán sin que haya ningún intento de solución o de mediatización por parte
del resto del grupo o de los directivos de la institución para resolver el
conflicto (Fridman, 2000).
Los
efectos físicos y psíquicos que provocan el mobbing en
quienes lo padecen suelen ser tan graves como cualquier otro tipo de violencia
ejercida en el trabajo. Clínicamente se ha observado ansiedad, irritabilidad,
aislamiento, sentimientos de desesperanza, abatimiento, estados depresivos e,
incluso, suicidio. Los trastornos provocados por la violencia del mobbingtienen repercusión, tanto en el ámbito
familiar (aumento de tensión en los vínculos) como en el laboral (ausentismo,
alteración de las relaciones, renuncia al trabajo, etc)
No
denunciar o desmentir el fenómeno del mobbing constituye
un obstáculo para identificar, sancionar y prevenir este problema laboral.
Problema que no depende de las características del sujeto acosado, sino de las
condiciones estresantes que se crean a causa de la violencia dentro del ámbito
de trabajo.
Otra
manifestación de conflicto en el interior de un equipo o de una institución,
que provoca situaciones altamente conflictivas, es el acoso sexual, del que ya
hablamos extensamente. Constituye, también, una forma de violencia, reglada por
las condiciones asimétricas de poder, que atenta contra la dignidad y la
integridad física y psíquica de una persona en el ámbito laboral.
Como
vemos, cualquiera de estas formas de violencia instaladas en el equipo de
trabajo producirá efectos devastadores porque son ejercidas por los miembros
del grupo al cual se pertenece. Estos efectos pueden expresarse a través de
irritación y estallidos de violencia o por el predominio de expresiones
somáticas como el cansancio, la apatía, el desinterés, el desaliento y la
decepción. Si estas situaciones no son expresadas y elaboradas en reuniones
específicas a tal fin, el malestar también se expresará a través de variadas
reacciones: evitando la atención de las personas que concurren al servicio,
atendiéndolas de “mala gana”, no participando o llegando siempre tarde y
perturbando las reuniones del grupo, de capacitación o de supervisión, con
actitudes de crítica y desaprobación y ausentismo.
Como
consecuencia de estos estados afectivos generan sentimientos de
injusticia y de frustración que conducen a la desimplicación
creciente de cada miembro del grupo o sea, a una disminución paulatina del
compromiso con la tarea, con el grupo y con la institución. Las
situaciones de malestar descritas expondrán, entonces, a todo el equipo a la
violencia de su disgregación. El abandono de la actividad es una decisión
frecuente frente a la frustración, a la impotencia y el sufrimiento que
provocan los conflictos; tal vez por eso la rotación y el recambio de los
profesionales son características de los grupos que trabajan en violencia.
El
cuidado de los cuidadores
Será
necesario, entonces, que el equipo de trabajo o la institución a la que se
pertenece implementen, como ya vimos, medidas de protección y de resguardo
precisas y necesarias para el saneamiento de las tensiones grupales y, en
consecuencia, para la salud física y mental de los miembros del grupo. Llamamos
a estas medidas de protección el cuidado de los cuidadores.
En
la organización de un equipo que trabaja en violencia se debe prever la
contención y el sostén de los miembros para evitar aquellas situaciones
generadoras de conflicto. Se debe garantizar, por consiguiente, una forma de
funcionamiento que facilite el intercambio de la productividad grupal y un
espacio para la reflexión acerca de los efectos de ser testigo para
que las tensiones puedan ser elaboradas. Todo el equipo, por lo tanto, deberá
gestionar colectivamente las condiciones que permitan un margen de seguridad de
sus miembros frente a las dificultades propias del trabajo en violencia.
Las resonancias
subjetivas de estos obstáculos requieren, como dice Bleger (1966), de la
higiene del ejercicio profesional. O sea, esclarecer permanentemente las
fuentes de malestar para lograr la regulación y el saneamiento de
las tensiones intragrupales. Para lograrlo y
siguiendo las ideas de ese autor, ofrecemos las siguientes recomendaciones:
1.-
El espacio institucionalizado de encuentro para resolver las problemáticas, ya
sea para la contención de los miembros o para evaluar los criterios
de trabajo, debe ser respetado y resguardado por todos. De esta se comprometerá
a todo el equipo en la resolución de los acontecimientos grupales.
2.-
Toda situación que ocasione tensión o malestar, ya sea por la índole de la
tarea, por el funcionamiento del equipo o por el conflicto entre sus miembros,
debe ser explicitada en el tiempo y el lugar que el grupo haya convenido de
común acuerdo (reuniones de equipo, supervisiones, grupo de reflexión de la
tarea).
3.-
Cualquier situación que no sea encarada de esta forma se constituirá en una
nueva fuente de tensión y/o de rumor que incrementará los malentendidos. Si
estas situaciones no son trabajadas por todo el equipo, se transformarán en un
foco desconocido de tensión, pero permanentemente activo, que ocasionarán nuevos
problemas y dificultades de comunicación.
4.-
Será necesario reflexionar permanentemente sobre las situaciones que
obstaculizan la tarea y ocasionan diferentes grados de conflicto. Éstos deberán
ser explicitados con la finalidad de resolverlos. Caso contrario, operarán como
factores que perturben y hagan peligrar la continuidad de trabajo
del grupo o la de sus miembros.
5.-
Discutir colectivamente en el grupo los criterios de autoridad y de poder y las
normas de su legitimización que orienten a gestionar, entre todo el grupo, la
toma de decisiones de los diferentes aspectos relativos al funcionamiento del
equipo. Sólo de esta forma será posible escapar a la arbitrariedad y a la
institucionalización del poder generadora de situaciones de conflicto.
El
trabajo reflexivo sobre estos aspectos significa poner en práctica las medidas
preventivas de cuidado y protección que garanticen la cohesión grupal y el
intercambio productivo entre sus miembros. Pero, debe quedar claro, como vimos,
que el soporte emocional que debe prestar el grupo y/o la institución es
fundamental para el saneamiento de las tensiones o dificultades grupales. Pero
no todo son tensiones y dificultades. El grupo y/o la institución deben
propiciar y estimular la apertura de espacios para compartir el placer y la
creatividad que también nos brinda la tarea en violencia. Trabajar en forma
permanente sobre estos aspectos que competen al trabajo de un equipo es,
también, una medida preventiva eficaz de la salud del grupo y de sus integrantes.